El Avestruz que Quería Volar

Por Paula Jiménez Campoy (4 ESO - C)


Me llamo Timmy y soy un avestruz que vive en una granja en medio del campo. Mi sueño es poder volar. Y aunque aquí no se vive mal, no pienso quedarme mucho tiempo más. Quiero ver cómo es el mundo fuera de este lugar. La vida es muy corta y tengo que aprovechar cada día.

-No sé dónde piensas ir. Nunca has salido de la granja, y no conoces ningún sitio fuera de aquí -me decía Roni. 

Roni era un perro muy mayor y muy sabio que había vivido en muchos sitios distintos antes de la granja. Él me había enseñado todo lo que sé, y si no fuera por él sería un completo ignorante.

-No sé dónde voy a ir, pero yo no aguanto aquí ni un día más. Prefiero malvivir en libertad que vivir encerrado.
-Si tanto lo deseas, yo puedo ayudarte a salir haciendo un túnel por debajo de la verja. Nadie sabrá que he sido yo.

Esa misma noche, pasadas las doce, yo ya estaba pasando por debajo de la tierra camino a mi libertad. Le dije a Roni que me acompañara, pero dijo que ya estaba muy mayor y prefería pasar el resto de sus días allí, acompañado de sus dueños. Yo salí lo más veloz que pude hacia ningún sitio en concreto. Me daba igual, estaba disfrutando de ese momento. Al rato llegué a lo que parecía una carretera, y escuché un fuerte sonido atronador. Cuando miré hacia arriba, vi un pájaro gigante, más grande que cualquier otro, que ascendía hacia el cielo de una forma muy artificial.

-Es un avión. -Cuando miré hacia atrás, vi a un animal que no había visto nunca.
-¿Cómo puedo conocer al avión? Quiero que me enseñe a volar -le dije. Y se echó a reír.
-Si quieres conocer al “avión”, tienes que seguir esa dirección sin desviarte de la carretera- me respondió.
-Muchas gracias.

Seguí sus indicaciones; tras muchas horas caminando llegué a un sitio muy moderno que parecía ser una civilización. De un lugar muy grande y rodeado de muros salía el “avión”. Me acerqué y entré por una puertas que se abrían solas. Dentro había bastante gente pero no parecía darle importancia a mi presencia. Seguí a un grupo de personas que aparentemente iban al mismo sitio y entramos por una puerta que llevaba a un pasillo con muchas compuertas que conducían al exterior por unas escaleras ascendentes. Subí por una de ellas y al salir al exterior vi “el avión” y comprendí que no era un animal, sino un invento para que los humanos también pudieran volar.
Me subí al avión. Fue increíble cuando despegó, pasé un poco de miedo pero al rato me sentí tan bien... ¡Estaba volando! No me lo podía creer. Tenía al lado sentado a un señor que me observaba mientras yo miraba sorprendido por la ventanilla.

-¿Qué es lo que te asombra tanto? -me preguntó.
-Siempre he querido volar.
-¡Oh! ¡Es estupendo! 

Se lo contó a los demás pasajeros, todos aplaudieron y me felicitaron por haber cumplido mi sueño. Hice muchos amigos, aunque, desgraciadamente, el avión aterrizó y cada uno fue hacia su destino, tras despedirnos. Pero yo no tenía destino, así que caminé sin rumbo. Tras días andando llegué a una playa paradisíaca y aquí estoy, bebiendo mamajuana tumbado en una hamaca a la sombra de una palmera. ¿Quién decía que un avestruz no podía volar?